“Yo veo el reciclaje como un reto”, dijo Stirling. “A la larga, eso ahorra dinero”.
Además, agrega: “Hay muchas cosas que se pueden reparar. Todos tenemos que unirnos y poner nuestro granito de arena. Es fácil subestimar lo que está pasando con el medio ambiente”.
En el trabajo, Stirling es uno de los cuatro técnicos de mantenimiento que ayudan a asegurar un funcionamiento sin interrupciones de seis robots colaborativos y las líneas de ensamble a través de verificaciones de mantenimiento preventivo, así como otras medidas. La conciencia sobre el medio ambiente está en las prioridades de cada turno.
“Ayer, me topé con un sensor descompuesto”, dijo. “En lugar de tirarlo a la basura, lo reparé para utilizarlo como repuesto. El problema era un cable roto que va conectado al sensor. Sabía bien que podía arreglarlo. Un sensor puede parecer algo insignificante, pero cuesta $100, y esos gastos se van acumulando. Esa es mi mentalidad, no desperdiciar nada”.
A veces, sus reparaciones generan grandes beneficios. Caso en cuestión: un reloj de cucú de 1970 con los personajes de caricaturas Piolín y Silvestre que Stirling arregló como voluntario de Lichfield.
“Una mujer lo recogió en una venta de bodega y lo trajo”, dijo. “Investigué un poco y resultó ser un reloj raro con un valor mayor que $500. Ella también tenía un control remoto que duplicaba su valor. Después de que lo arreglé, ella comenzó a llorar. Eso me hizo sonreír. Si puedo hacer felices a los demás y proteger al planeta, habré cumplido con mi trabajo”.
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