Hace poco, una mañana de mayo, la pareja se vistió con sus trajes de apicultores y encendió un ahumador, un aparato diseñado para anular las feromonas de alarma de las abejas. El ahumador permite que el cuidado de las colmenas sea más fácil y seguro, con un riesgo mínimo de picaduras, aunque LaForest remarca: “Probablemente me hayan picado unas 25 veces. Pero amo a mis abejas de todos modos”.
El cuidado de las abejas le ha traído un efecto positivo a LaForest que va más allá de su patio. La concientización sobre los problemas medioambientales ha crecido de la misma manera que los esfuerzos de Magna por proteger el planeta, entre los que se encuentran el compromiso empresarial por alcanzar emisiones netas cero, lo que significa un paso importante en la lucha contra el cambio climático. Rhiannon destaca que las abejas le enseñaron grandes lecciones de vida, especialmente sobre el trabajo en equipo para alcanzar objetivos comunes.
Una visión: Al igual que los empleados de Magna, las abejas están comprometidas con las comunidades en las que viven y trabajan.
“Las abejas son los únicos organismos además de los seres humanos que viven y trabajan en una comunidad”, mencionó LaForest. “Todos los miembros de la comunidad de abejas tienen un trabajo, al igual que en Magna. Pero una de las cosas más importantes que aprendí de la apicultura es mantener la calma en situaciones de estrés. Cuando abres las colmenas, entras en su casa. Lo mejor que puedes hacer es estar tranquilo, sin importar cuantas miles de abejas estén zumbando alrededor de tu cabeza. Las abejas me enseñaron que esto también se aplica en la oficina”.